Los días felices de Mara Torres

Por Eva Monzón 

Después de leer y sentir La vida imaginaria (su anterior novela), no pensé que Mara Torres fuera capaz de volver a conectar lector y protagonista, poniendo al uno en la piel del otro y viceversa de una manera tan especial.
Luego leí Los días felices y, con mucho placer, comprobé que no solo lo había vuelto a hacer, sino que esta vez la conexión era mil veces más intensa.
Los días felices enfatiza los pequeños y los grandes momentos de la vida de Miguel, permitiendo que nos sintamos identificados en los recovecos de la cotidianidad y en las curvas de lo inusitado.
Vivimos la historia de Miguel con una estructura curiosa que entrelaza el día de su cumpleaños cada 5 años (desde los 20 hasta los 40), con un día del presente: el de su reencuentro con Claudia.
El porqué de esta estructura lo explicó Mara en Late Motiv:
“Siempre he sido muy obsesiva con la idea de que la historia de un hombre o una mujer se puede contar en un solo día”.
Eligió la etapa de los 20 a los 40 años porque:
“Es una etapa muy convulsa para cualquier ser humano, donde todo es móvil, los escenarios vitales cambian, las relaciones emocionales también”.
La novela eleva la empatía a la máxima potencia, haciéndonos llorar y reír, enfadar e ilusionar, leyendo de un tirón y sin dejar de tener los nervios a flor de piel desde la primera página hasta la última.
“Este libro me ha hecho pensar mucho en el paso del tiempo”.
No sé de qué manera afecte a cada lector, pero sé que, sin duda alguna, Los días felices de Mara Torres no dejarán indiferente a nadie