Relato de Mara Torres

- PUÑALADA SIN TI O PARTO MÚLTIPLE
Mara Torres, julio 2007.
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....."Esta ciudad es una puñalada sin ti".....
.....Apoyó la cabeza en el cristal de la ventanilla y volvió a leer el mensaje. La ciudad de su primer viaje se le fue acercando en forma de dibujos a bolígrafo. No habían llevado cámara de fotos y Vera compró un cuaderno de color rojo en el que dibujaba por las tardes las cosas que habían hecho y escribía debajo frases como de parvulario: Esperando en la cola del Museo/ Daniel elige un pin / Bobadas en la arena de la playa / A Vera le hace daño la sandalia. Tiritas para Vera / La mancha del helado de dos bolas / Paseando / Jugando / Risas. Cerró los ojos. Habitación 407. La tierna pareja adolescente se reconvertía a medianoche en una manada de bestias primerizas. Arrebatadas, febriles, perdidas. Se precipitaban sobre la cama como alimañas desvergonzadas y reptaban desde el vientre hasta los muslos en un idioma indecoroso, desconocido y extenuante. Descubriéndose. Ensuciando las sábanas. Gritando y arrancándose la voz, la piel, la carne y las vísceras. Segregando savia de deseo hasta quedar inundados y vacíos, ignorando el tiempo y las horas, sin dormir y sin respiro. Vera se ruborizó en su asiento cuando notó que se había mojado las bragas. Fue al baño. Volvió.
.....Empezó a pensar en su perra. Precisamente, un minuto antes de subir al tren, su hermana le había llamado para decirle que la perra acababa de ponerse de parto. "Ya han nacido dos cachorros, pero vienen más! -dijo- ¡Vente, Vera, que es muy emocionante!". Nadie sabía que no podía ir porque estaba en un tren sin billete de vuelta.
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.....Llovía. Las gotas golpeaban con tanta violencia el cristal que parecía que el paisaje había sido pintorrejeado por un demente. Volvió a pensar en Daniel. Y otra vez en su perra. La imaginó sobre el mármol del cuarto de baño ensangrentada, levantando a ratos la cabeza para recibir una palmada de aliento entre cachorro y cachorro, en medio de la masa caliente y viscosa de su parto múltiple. Irguiéndose a duras penas cada vez que sonaba el timbre o la llave, por si fuera Vera. La imaginó buscándola con la mirada y esperando a que llegara.
.....- ¿Quieres un café? -oyó.
.....Se limpió las lágrimas y los mocos. No se había dado cuenta de que enfrente de su asiento estaba un chico sentado. Le dio vergüenza que la hubiera visto llorar.
.....- Vamos -dijo tendiéndole la mano-. Te sentará bien.
.....Echaron a andar entre los vagones. Vera notó que el chico caminaba raro, como a trompicones, dándose de vez en cuando con los asientos laterales en las caderas. Llevaba unos pantalones caídos que le arrastraban por detrás. Nunca en toda su vida se hubiera fijado Vera en él y, sin embargo, le había parecido que su olor... Vera se acercó y chocó sin querer la nariz en su espalda. Se le escapó una carcajada.
.....Cuando llegaron a la barra se pidieron dos cafés con leche.
.....- Ha dejado de llover - dijo él mirando por la ventanilla-. Y no sólo por fuera del tren.
.....- Sí, sí, ya se me ha pasado la llorera... Es que me has cogido en un momento de mierda. Voy a una ciudad donde sé que no me están esperando.
.....- Es la vida la que es inesperada.
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.....La miraba todo el tiempo. Pasaron más de diez minutos antes de que hiciera la pregunta.
.....- ¿Qué pensabas cuando estabas apoyada en el cristal?
.....No contestó.
.....- Estabas tan linda...
.....Se puso nerviosa. Nunca hablaba con desconocidos. Y sí, puede que la vida fuera inesperada, pero la suya no, porque su vida había sido siempre previsible y organizada, ajustada al guión. Hasta que él la dejó. En dos años, Vera no había sido capaz de encontrar la manera de desengancharse de Daniel. Dos años convertida en una enferma, en una adicta,en una yonqui de Daniel. El mensaje al móvil que había recibido por la mañana solamente era su chute en vena. Una mentira que Vera se había inyectado hasta sentir que golpeaba sus sienes como un péndulo de cemento:Estaciudadesunapuñaladasinti. Estaciudadesunapuñaladasinti.
Estaciudadesunapuñaladasinti.Y, luego, otra vez la oscuridad. Por eso se había ido a buscarle. Para que Daniel viera que ya no era más que un trapo capaz de arrastrarse cientos de kilómetros a por su chute de mentira.
.....Sin embargo, aquí estaba, vomitándole su vida a un desconocido.
.....Sonrieron. Hablaron de nada en particular. De los amigos, de las películas que les gustaban, de los libros que leían. Tararearon las melodías de las series de televisión que habían visto de pequeños. Enumeraron los discos de vinilo que conservaban. Y los cds. Y los conciertos. Vera le contó los lugares a los que había viajado, la receta que mejor sabía cocinar y lo del parto de su perra. Él acercó la mano a su pelo y la acarició. Ella levantó un poco la cabeza para sentir el tacto de su piel y su olor. La bestia de la habitación 407 era una perra de parto esperando una palmada de aliento. Un animal herido que recibía las caricias del desconocido como lametazos de ternura en una brecha abierta que empezaba a cicatrizar en un tren que la mecía.
.....Llegaron a la estación.
.....- Buena suerte, linda.
.....Y Vera le vio alejarse por el centro del andén con el mismo paso desgarbado con el que la había arrastrado por el pasillo de los vagones para invitarla a un café.

Fuente: LabanaBlog (Página No oficial dedicada a Mara Torres)